viernes, 18 de abril de 2014

Cuando sepas qué buscas, encontrarás


Escucha y entenderás...

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Como si de un juego se tratase, la vida suele ponerte sobre las cuerdas. Normalmente con el objetivo de retarte, reírse o, simplemente, tratar de encontrar alguna lágrima perdida en ti.

Cada vez me gusta más. Me encanta estar sobre esas malditas cuerdas, que no hacen sino fortalecer más mis ganas de estar aquí, viviendo la vida que quiero, aun pesándole al mundo.

Supongo que, con el tiempo, además de aprender a reír más y llorar menos, también aprendes a utilizar esa brújula que alguien te regaló aquel día en que creías haber encontrado el fin de todo. Y no era más que el principio, sólo el principio. 


Tengo una brújula en el baúl de mis recuerdos, aquellos que desempolvo de vez en cuando a ver si, además de relucir, consiguen florecer algunos nuevos. Teniendo esa brújula en mis manos soy grande, más grande de lo que dicen que soy aquellos que me quieren. Yo siempre digo que no soy grande, simplemente trato de SER, que ya es bastante.  

“La brújula que encuentra sonrisas sinceras”.  Para eso valía! Claro! Y es que normalmente las personas creemos en cualquier cosa, empezando por una sonrisa y acabando con una lágrima. Yo creo en mí, aunque suene a poca cosa, aunque fastidie a más de uno y de dos. Creo en mí, porque, como tú, si no creo en mí, quién lo hará? La vida es demasiado corta para lamentarse, para perderla entre lágrimas, para ganarla entre sonrisas de papel.


Sonrío, sonrío mucho últimamente y observo a mí alrededor, a mi lado. Si supieras las razones que la vida me dio para llorar entenderías por qué río tanto y tan alto. Simplemente por ir a contracorriente, que últimamente me hace sentir mejor, si cabe. A veces solo necesitas el manual de instrucciones de un pequeño artilugio. La vida venía sin ellas.


Quien me regaló la brújula es alguien que aprendió, quizá, a ver siempre el norte, aunque ésta indicase sur. Alguien con mucha cabeza y poco pie. Alguien que me quiere, porque me sonríe todos los días con los ojos, porque la mirada no engaña, aunque quisiera.










domingo, 15 de diciembre de 2013

Soñar, vivir





“Las cosas no siempre salen tal y como uno quiere”, me decía alguien que albergaba gran sabiduría. Y no sabes la razón que tenía. Yo quería ser princesa, para vestir siempre de rosa, vivir en un castillo y tener el amor del príncipe, por supuesto siempre azul. Y no lo fui, ni lo soy.

Soy de esas personas corrientes, a la que le ocurren cosas corrientes o no, con matices a estudiar y siempre, siempre, con cierto sentido vital. De todo aprendo, por eso hoy sé que todo valió la pena. Siempre. 

Soy de esas a las que la vida le dio toda la sarta de reveses que podría jamás esperar.

Soy de las que tras la caída siempre se levanta. Soy la que grita apenas cinco minutos en una habitación asolas, para soltar la rabia de un mal día y que a nadie le afecte, ni siquiera a mí misma. Abro la puerta tras mi momento asolas y todo, absolutamente todo, se ve mejor.

Soy de las que cae con estilo. De las que toca techo fácilmente, porque el cielo me lo pusieron demasiado bajo. Y busco las nubes mucho más arriba. Siempre.

Soy de las que se enamoran de verdad de su guapo príncipe. De las que, sin vestirse de blanco, sabe muy bien qué es el compromiso, el amor y, por qué no, también el matrimonio.  Quizá me case de rosa, quien sabe…

Soy de aquellas personas que suele ver el vaso medio lleno, aunque a veces no me haya quedado otra opción mejor que verlo medio vacío. Épocas, vaivenes, supongo.

Soy de las que disfruta de un largo paseo, un café con un buen amigo y ni siquiera necesita un motivo para sentarse delante de su portátil a decir alto y claro, que si quieres, puedes. Lo que sea. Quizá no haya nadie como yo, no lo sé. Quizá tampoco haya nadie tan especial como tú, lector, que me lees por algún extraño motivo.

Todo aquello que creas que es especial, lo es. También soy de las que lo piensa, de las que lo cree.



Toma, te presto mis gafas son cristales rosas. Se ve todo mucho mejor. No debo quedarme este secreto para mí sola  ;)




domingo, 21 de julio de 2013

Adelante...y más allá



Cuando crees que ya nada puede ir peor.
Cuando crees que tus “basta” gritan más fuerte que tus “resistiré”.
Cuando crees que, aunque abrieses los ojos, no despertarías de tu peculiar sueño, ocurre.
Te despiertas un día, como cualquier otro, pero sin miedos. Te sientes libre, afortunada y, cómo no, feliz.

La situación ha cambiado en tu excéntrico mundo, a tu alrededor, sin apenas notar que los cambios simplemente estaban forjándose para ti. Y es en ese preciso momento cuando miras atrás, con un pie delante y ves que, en realidad, es el momento de reír de todo aquello.


Situaciones mejores, peores, llantos y también tímidas sonrisas. Siempre acompañada del chico de los grandes ojos marrones, el perfecto compañero de aventuras. Esta, sin duda, no sé si ha sido la mejor, pero supongo que, para reír, hay que haber aprendido el valor de una sonrisa sincera. Y hoy, esa sonrisa la tengo yo.
Me miro, le miro, y el resto del mundo supongo que deja de importar. Es nuestro momento, sólo nuestro y ya nada puede importar.






miércoles, 3 de julio de 2013

Sacando cabeza

Días en los que darías todo aunque no recibieras nada a cambio. Días en los que todo y nada se vuelven tan similares que hasta se confunden. Días en los que o te fabricas una armadura de paciencia o mueres en…3…2…1.
Días en que te sientes mejor, pero también momentos en los que crees estar peor. Avanzar o rezagarse, difícil decisión, complicado de lograr.


Sonrío, porque, como dije, para llorar siempre tenemos tiempo. Y tuve tiempo, ya lo creo.

Y aunque hoy miro al mundo con mis gafas de color rosa, no olvido por qué soy quien soy ni por qué estoy aquí y no en otro tiempo, o incluso lugar. Cada cual tiene cierta misión que cumplir en la vida. La mía quizá sea luchar contra la nada, seguir adelante aunque nada acompañe o hasta aparentar estar perfectamente, cuando en realidad me gustaría ser avestruz, para no ver más allá.



Dicen que el que está allá arriba (si está), aprieta, pero no ahoga. No me siento ahogada, así que…que siga la función, que hoy no me rindo. Para eso…también hay tiempo.


miércoles, 26 de junio de 2013

A cada paso, a cada momento...



Un canto a la desesperación te acosa de vez en cuando. Esa sensación de querer y no poder. Ese sentimiento de resignación al ver que, aunque tú creas que avanzarás, ni siquiera te has movido de donde estabas. Es justo esa sensación. Y no es justa.

No hablaré de “las personas como yo”, porque considero que cada cual es diferente. Es ahí, justo ahí, donde radica la diferencia: la independencia.  Y  eso, como tantas otras cosas, es demasiado importante como para cargárselo de un simple y llano plumazo.  

Empezaré diciendo que soy de esas personas que nunca se rinden, que siempre dan un paso más, aunque la vida le dé zancadas de menos. Soy de las que ven todo donde el resto ve nada. De las que a cada obstáculo no se para en seco ante él, a mirarle a los ojos y llorar, sino a retarle con la mirada y saltarlo, porque… ¿quién es él para aguarme la fiesta?

Pero, como todo, hoy es uno de esos días. Uno de esos días en los que, sin saber muy bien por qué, estoy harta de obstáculos, de carreras de fondo, de las recompensas que parecen nunca llegar. Cansada del querer y no poder. De dar todo y no recibir demasiado, de sonreír a todo y por todo, aunque no pueda. 

Harta de decir un falso “estoy bien” cuando en realidad me gustaría gritar un “no puedo más”.
Y, curiosamente, la gente que habitualmente cree verme perfectamente, en días como hoy, se hace cruces.

Puedo afirmar estar bien, puedo sonreír aunque rabie por cada poro de mi piel, sin ser vista. Pero creo que no puedo ocultar que, aunque tenga al chico de los grandes ojos marrones a mi lado, a cada paso, a cada gesto, la vida no siempre se conforma con verte feliz. Supongo que necesita acción quien esté allá arriba, controlando todo esto.


 



Demasiada acción. Por hoy basta. 





viernes, 14 de junio de 2013

¿Qué más da? Deja que me ría...

Cuando llega ese momento en que te dices a ti misma “este es mi momento”, te sientes tan grande que nada es capaz de empequeñecerte.

Pues este es mi momento. Y pienso aprovecharlo.

Dicen que las cosas malas nunca vienen solas, pero  esa lección ya la marqué en el libro de la vida como aprendida y aprobada. Así que, ¿por qué no? Abro mis brazos para recibir todos esos pequeños momentos que hacen mi vida algo más grande.

Las sonrisas, las ganas, los logros,  algún fracaso no vinculante, las miradas, los síes, subir escalones sin parar, pero esta vez con un fin determinado. Y sentir, claro, que nada puede pararte.

A toda prisa por el andén del metro, que no lo coges. Que para. Que suben, que bajan. Y ahí estás tú, corriendo a todo gas, como dirían algunos. Y lo coges. Y te sientas. Abres el periódico y parece que el mundo esté tan triste que ya nadie tiene una sonrisa para alguien. Pero ahí estás tú, sonriendo para quien quiera verte, dondequiera que estés: en el metro, en el trabajo, en la calle, en un pasillo de la estación.

Sonríes a tu compañera de trabajo que, aun acostumbrada a estar cara al público media vida, no sabe controlar sus ataques de insumisión, cuando la sumisión es el pan de cada día. Y es que, como me dijo alguien aquel día, a mal tiempo buena cara. Por eso sonrío, porque para llorar siempre tenemos oportunidades.





Sonrío porque me gusta lo que hago, me gusta quién soy, cómo soy y por qué soy así. Me acepto, y aunque no acepte mi pasado, o prediga mi futuro, sé que hoy estoy aquí y eso, como todo, basta.


 

sábado, 8 de junio de 2013

Pequeños momentos, grandes situaciones



Girando. Girando como una verdadera noria, con rumbo, pero sin freno. ¿Qué sería de mi vida si no girase? No sería yo, supongo. Eso es lo que más me gusta de ser yo: mirar atrás y saber que todo, absolutamente todo ha valido la pena: Cada segundo, cada paso, cada lágrima, cada sonrisa, cada mirada, cada vez que prometí ser yo misma y lo cumplí. Y vuelvo al principio y tengo otro final, a cual mejor.

Y es que, si algo he aprendido de la vida es que, si te da la espalda, basta con no conformarse. Todo, absolutamente todo, tiene cierta lección. Y yo, hoy por hoy, albergo mucha sabiduría, más por desgracia que por suerte. Es cierto, no soy afortunada, pero… ¿qué importa eso? Conformarse jamás. Si caigo me levanto y, ¿sabes? Tengo ya cierto estilo para la caída. Será la costumbre, quizá.

Hay determinados momentos en nuestras peculiares vidas en los que creemos que andar sobre tacones es la mejor opción. Y caes, y te levantas. Y te los quitas, porque molestan. Y disfrutas del tacto del césped del jardín en la planta de tus pies. Y te das cuenta de que, sin duda, esas pequeñas cosas son las que realmente valen la pena: las más pequeñas, las que parecen más insignificantes. Tus momentos, tan especiales que nadie entendería nunca. Y sonríes. Y piensas en que, quizá, los pequeños detalles marcan grandes diferencias y que hoy, en este preciso instante, este pequeño detalle marca un antes y un después: un antes y un ahora. El después lo dejamos, al menos por hoy.





Hoy reboso positivismo. Hoy soy feliz. Hoy he aprendido que, aunque tarde, las cosas siempre llegan a buen puerto. Sólo había que soñarlo. Y hoy he aprendido a soñar con los ojos bien abiertos. 


¿Mañana? Ya veremos.