jueves, 2 de mayo de 2013

Re-encontrarse





Mil veces he tratado de sentarme a escribir desde aquel adiós. Dejé mi pequeño universo aparcado en algún otro lugar de la blogosfera, con la esperanza de retomar aquello, si es que algún día se me daba la oportunidad, o si, simplemente, tenía el valor suficiente.
Valor: gran palabra. Valor para pensar, para actuar, para no hacerlo, para dejar de hacerlo por haberlo hecho suficientes veces. Valor, a fin de cuentas. Valor.

Han pasado casi dos años desde que dije que volvería a buscar mi lugar, a dejar de estar perdida en medio de mi peculiar vida, de mi especial historia escrita por y para mí, pero este es el momento y no otro. Hoy es un antes y un después. Un siempre o un hasta nunca. Un principio, así como un final. Hoy digo “hola”, ya tendré tiempo de decir “adiós”, no te parece?

Punto y final puse a aquel blog, con la intención de recordar que ya encontré aquello que buscaba, por ello esas notas ya no tenían sentido hoy. Y es que yo soy mucho de esto y de aquello, de ir y de venir. De sonreír a los problemas, aunque el agua me venga al cuello y no sepa nadar. Qué hay mejor que no saber nadar? Aprender. Y ahí estoy yo, tropezando con la vida una vez, y otra, y otra más. Levantándome de todas como si nunca hubiese caído, como si nada hubiese ocurrido. Esa soy yo y por eso estoy aquí.

Soy feliz, a pesar de todos aquellos pequeños grandes conflictos personales en los que, sin saber muy bien por qué, estaba inmersa. Lo soy y lo quiero gritar, porque creo que, la situación general es de desesperanza y no, eso no. Grita conmigo, tú que me lees: SOY FELIIIIZ!!!

La vida te da una torta de vez en cuando para que te espabiles, pero, si algo he aprendido en este camino es que detrás de una torta hay una reacción, un cambio y una acción. Acción que siempre trae algo bueno. Positivismo, dicen que se llama. Supongo que soy positiva. No tengo razones para no serlo. De tenerlas, les diría un “hasta nunca” y añadiría un “jamás”, así estarían lejos, bien lejos.

Así que la vida me enseñó que mi lugar estaba precisamente donde yo elegí que estuviese. Estaba ahí porque, en ese mismo trayecto diario, en ese proceso de darme cuenta de que quería ser quien soy hoy, estaba la persona con la que, a día de hoy comparto mi vida. Qué bonito suena, eh? Compartir…me encanta ese verbo. Me gusta compartir un abrazo, una mirada, un gesto cariñoso, un te quiero, un yo también. Y que sea real, tan real como esto que lees. Me gusta compartir asiento en el autobús con una persona mayor, con miles de momentos vividos y pocos contados, y escucharle. Siempre tienes algo que aprender de todo. Hasta de eso.

Me gusta pasear por un parque con zonas verdes en puro silencio y soledad, sentarme en el césped y sentir que nada puede tumbarme, nada y, por supuesto, tampoco nadie.

Aprendes de esto y de aquello, de esta persona y de cualquier otra. De alguien con quien te cruzas cada mañana o de alguien de quien no esperas una lección de vida y te da la mejor.

Ríes, lloras, amas, eres amado, aprendes y “desaprendes”, sonríes y saltas, o tropiezas y caes. Eso sí, siempre te levantas con más estilo que la última vez. Eres toda una experta! 

Eso es lo poco o lo mucho que he aprendido de la vida. He aprendido a caer, a levantarme, a reírme de mí misma, a reír, a fin de cuentas. He aprendido, aunque suene a tópico, a ser feliz. Parece fácil, pero no lo es.
Así que, hoy, además de darte la bienvenida, te invito a ser feliz. Hoy te toca a ti. Inténtalo. Funciona. 

Siéntate. A este café invito yo :)






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